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¿QUE QUIEREN LAS MUJERES?
Sigmund Freud concluyó que, después de treinta años tratando de investigar "el alma femenina", seguía sin poder contestarse, "¿qué quiere la mujer?" Incluso la pregunta revela ignorancia por usar el singular como si fuera posible codificar un conjunto de deseos que representen a todas las mujeres, -pero al menos Freud reconocía que no tenía ni idea-. Desde el tiempo de Freud hasta los años sesenta, los hombres seguían insistiendo en psicoanalizar a las mujeres, derrochando tinta, escribiendo gruesos tomos sobre sus débilmente argumentados descubrimientos. Hasta hace muy poco tiempo, los libros sobre sexualidad femenina y orgasmos femeninos han sido escritos por hombres. De ellos sacamos simplezas como: "los orgasmos vaginales son más maduros que los clitoriales" o "aunque las mujeres pueden tener espléndidos orgasmos, realmente no los necesitan; ellas sólo quieren afecto". Después, con la llegada de la revolución sexual se empezaba a leer: "Aunque muchas mujeres son multiorgásmicas, un orgasmo es normalmente suficiente para ellas." Esta generosa concesión de un orgasmo por mujer fue todo un avance en los tratados de sexología. Entonces llegó el feminismo y las mujeres empezamos a hablar por nosotras mismas. Autoras como Shere Hite, Susie Bright, Erica Jong, Pat Califia, Nancy Friday y JoAnn Loulan entre otras, comenzaron a revelar un amplio paisaje de deseos sexuales incluyendo montañas, valles, ríos, océanos, desiertos, bosques y algunos rasgos topográficos que aún están por nombrar. A través de esos testimonios llegó la respuesta a la incógnita de Freud (pongámosla en plural) ¿Qué quieren las mujeres? Todo -al menos sexualmente-. Aunque no todas las mujeres del mundo desean todas las experiencias cada día de sus vidas, entendamos esta variedad recordando que sobre gustos no hay nada escrito y que las mujeres pueden disfrutar tanto de las caricias como del sexo puro y duro; de los abrazos como del bondage; de la monogamia como de la promiscuidad; con mujeres o hombres; de besos suaves como de una follada salvaje; del celibato como de una actividad sexual constante, de dar como de recibir. Es muy simple: las mujeres, y especialmente las lesbianas, queremos y demandamos la libertad de expresarnos sexualmente cuándo y cómo nos apetezca, sin la intervención de la iglesia, del gobierno o de los prejuicios reinantes. Eso es lo que quieren las mujeres.

¿QUIEN SE PONE ENCIMA?
Cuando la gente pregunta con ese peculiar morbo nacido de una variedad de prejuicios, "¿quién hace de hombre?" lo que realmente quieren saber es "quién se pone encima" o "quién folla a quién" -cuestiones que vienen de una perspectiva totalmente heterosexista. La mayoría de las lesbianas nos turnamos en ponernos encima, debajo y en medio. Después tenemos la presunción popular que imagina a la de arriba como la activa y a la de abajo como la pasiva, suposición que se desvanece cuando se trata del sexo lesbiano. Esto no quiere decir que no haya parejas que se repartan los papeles en la cama. Por poner un ejemplo tenemos a las parejas S/M que cumplen a rajatabla unas reglas definidas. También hay butches que prefieren la parte de abajo y femmes a las que les gusta dominar, y entre medias todo tipo de combinaciones posibles. Pero el ser humano sigue pretendiendo clasificar los deseos sexuales por la imagen externa. La mujer más masculina en apariencia puede que sea demasiado tímida para dar el paso, y la fémina con pinta de no haber roto un plato quizá sea una leona en la cama. Las lesbianas no recorremos el camino de espinas que supone salir a la luz para reproducir el comportamiento limitado de las relaciones heterosexuales.

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