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TERAPIA
En este mundo saturado de homofobia, prácticamente todas las lesbianas llegan a la edad adulta sintiéndose culpables, rechazándose a sí mismas y con el nivel de autoestima por los suelos. Para colmo de males, muchas mujeres gays son a su vez víctimas del incesto o de la violación; o alcohólicas en rehabilitación; o adictas a alguna droga. No es de extrañar entonces que muchas busquen ayuda de psicoterapeutas en algún momento de sus vidas. Pero elegir a alguien de confianza es un doble reto para las lesbianas, como mujeres y como homosexuales. Sobran profesionales sexistas homofóbicos/as o que creen que el lesbianismo no existe. Según Alice, a su primer terapeuta le agradó ver que ésta llevaba falda; "incluso me dio su enhorabuena por mi adaptación a la heterosexualidad". Cuando Suzanne dijo al psicólogo del colegio que había sido violada, él le preguntó por qué estaba evitando responsabilizarse por haber accedido al sexo. La historia de Rebecca incluye al bueno, al feo y al malo: "Estuve catorce años visitando a un psicoterapeuta freudiano. El hombre estaba convencido de que sentirse culpable por masturbarse era algo positivo, ya que la culpa me ayudaría a dejar de hacerlo. También me aseguraba que lo único normal en el sexo era el coito, y decía, "olvídate de que eres homosexual, porque no lo eres". Este señor me causó un daño incalculable. En su terapia fui calificada de frígida; sus esquemas no admitían nada más. Catorce años estuve tratándome la frigidez. Fue totalmente destructivo. Ahora, años más tarde, estoy indagando en los traumas de la infancia con otra terapeuta y parece que vuelvo a tomar contacto con la parte espontánea y emocional de mí misma. Hasta ahora habían tenido prioridad todos los sentimientos que me hacían daño, todo lo negativo. Parece que la terapia actual está dando resultados porque por primera vez estoy disfrutando de mis relaciones sexuales." Aunque las mujeres gays puede que se topen con terapeutas heterosexuales de calidad ética, no hay duda de que las profesionales lesbianas entienden de forma natural lo que es ser gay y lo que es ser mujer. Kathy dejó de ir a una psicóloga hetero -aunque ésta al menos consiguió que dejara de fumar hierba- porque "es más fácil ir al grano cuando no tienes que explicar lo básico". Alice, sin embargo, está muy a gusto con su psicóloga hetero, y una amiga suya recibe una terapia excelente de un profesional gay. No negamos entonces que sea posible encontrar terapias dirigidas por hombres heterosexuales que sepan de lo que están hablando, pero esos hombres son realmente una excepción. De todas formas ten cuidado si tomas esa ruta; quizá tengas que instruirle antes de que él pueda ayudarte -si es que es instruible-. La mejor manera de encontrar a un/una buena terapeuta es por medio de recomendaciones personales; pregunta a amigos/as a dónde acuden. Si tienes la suerte de vivir en un lugar donde haya una línea de información para lesbianas y gays, no dudes en pedir datos sobre psicoterapeutas gays o lesbianas, -o simpatizantes-. Mientras dura la búsqueda de la terapeuta ideal (lesbiana o no), prepárate una lista de preguntas. Infórmate de su pasado profesional y personal, sobre sus diplomas o cualificaciones. Los y las asistentes sociales utilizan métodos muy distintos respecto a los y las psicoanalistas, que a su vez tienen diferentes objetivos que -los y las psiquiatras, que a su vez no coinciden con los psicólogos o psicólogas, que a su vez ven la terapia de manera distinta a como la ven los enfermeros o enfermeras de psiquiatría. Indaga sobre su actitud hacia la homosexualidad. ¿Te va a prescribir drogas?, ¿tiene un objetivo in mente? ¿va a ser la terapia de corto o de largo plazo?, ¿tiene otras pacientes lesbianas? Si te es posible, prueba con cuatro a cinco terapeutas antes de decidir definitivamente. Algunas veces te sentirás incómoda durante las sesiones por tener que tratar con emociones difíciles, pero si llegas a un punto insostenible con tu psicoanalista, fíate de tu instinto. Si crees que ella o él tiene sus objetivos marcados sin contar contigo, como por ejemplo, si intenta tratar de "curar" tu homosexualidad, o ves que se comporta de una manera extraña, o simplemente no te gusta su manera de trabajar, ¡cambia de terapeuta! No te debe preocupar si quedas bien o mal con esa persona; incluso si es un buen o buena profesional, compasiva y competente, no es la adecuada para ti si te hace sentir tensa e incómoda en la consulta. Deja de asistir a cualquier terapeuta que se te insinúe sexualmente. Eso nunca es aceptable. Nunca. Denúncialo si es necesario. Si no sabes a quien recurrir, llama a otro/a profesional y plantéale el caso. Una vez que contactos con ellos no necesitarás maldecir ni proferir insultos: sólo di que quieres denunciar un caso de "mala conducta".

TIPOS
Las lesbianas, en general, no tienden a fijarse en "tipos" específicos. La misma mujer puede que salga con mujeres grandes o pequeñas, jóvenes o mayores, planas o pechugonas. Cuando pregunté a las ocho protagonistas de este libro cuál era su tipo de mujer, todas hicieron referencia a atributos de la personalidad, (decididas, desinhibidas en el sexo, de actitud positiva) más que a cualidades físicas. Ninguna de ellas declaró preferencias en cuanto al tamaño, forma, edad o color.
TOCAR
Uno de los placeres supremos del sexo lesbiano es el simple hecho de tocar a otra mujer. Acaríciale la espalda con toda la palma de la mano, desde los hombros hasta las nalgas, o pásale un dedo muy despacio por la parte de atrás del cuello. Toca sus mejillas con la parte externa de los dedos y después con la mano entera. Recorre sus pechos y ombligo con tu melena. Rózale con los labios el cuello y los hombros. Amásale los bíceps y muslos. Desliza tus pechos por su espalda -o por sus pechos. Contornea con las manos sus caderas. Varía el ritmo y la dirección de las caricias. Cada toque producirá diferentes y estremecedoras sensaciones para ella -y para ti-. Recuerda: la piel es el órgano sexual y sensual más grande.

TRASEROS
Los traseros sirven entre otras cosas para disfrutar de ellos. Son estrujables, pellizcables, chupables, besables, admirables, y en muchas ocasiones tienen muy buena pinta debajo de unos vaqueros; o de unas bragas, 0 faldas, o vestidos. Si realmente quieres complacer a tu pareja, no olvides esa zona tan masajeable y tentadora. El diseño redondeado de los culos quizá sea la única atracción física de la que todo el mundo, sin excepción, disfruta.

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